miércoles, 17 de diciembre de 2008

Creta y Micenas: tierra de leyendas
Grecia — martes, 21 de octubre de 2008
Grecia tiene una historia que pesa mucho sobre sus espaldas con la grandeza de otras épocas que parecen no volver a repetirse. Pero los griegos saben que algo de esos tiempos sigue despierto en ellos mismos y en Creta y Micenas eso se siente. Hoy Grecia no conquista con armas a sus enemigos, sino con sus paisajes a los viajeros que llegan a sus costas. En esta nota nos acercaremos a dos de los sitios más reconocidos de este territorio: Creta y Micenas.CretaEquidistante de Europa, Asia y África, es una de las islas más grandes del Mediterráneo. Montañosa, con un litoral punteado de calas y playas y con un clima templado, su oferta es variada y atractiva. La ajetreada historia de Creta, anexionada a Grecia en 1913, ha quedado marcada por ser cuna de la civilización minoica, una de las más excepcionales de occidente, y por las sucesivas invasiones de que ha sido objeto.Creta, atestada de turistas alemanes y suecos, rodeada de blancas playas de cálida arena, es la patria del Minotauro, el escenario de las hazañas de Teseo, la sede del Palacio de Cnosos y el famoso Laberinto. Allí clavó la piqueta el arqueólogo británico Sir Arthur Evans para desenterrar las ruinas de la más vieja civilización europea, la Minoica.Minoicos, dorios, micénicos, helenos, romanos, bizantinos, sarracenos, venecianos y otomanos han dejado la isla salpicada de vestigios de su pretérito dominio que explican la condición multicultural de la Creta moderna. Hoy, con medio millón de habitantes, es una de las provincias más ricas de Grecia gracias a los ingresos por el turismo y a la exportación de productos agrícolas.CaneaFundada por los venecianos, fue capital de la isla hasta el año 1971. El puerto es elegante, con casas de estilo veneciano, casas otomanas de madera, unos arsenales venecianos y la mezquita de los Jenízaros, de planta cuadrada y con cúpula. Sus cafés y restaurantes merecen una parada.Los barrios de la nobleza veneciana (Kasteli), judío (Evraiki) y populares (Ciones y Splanzia), con sus pequeños comercios, tiendas de productos artesanales y callejuelas estrechas, hacen de Canea la ciudad más bonita de Creta. Allí constatamos que el rostro ojeroso de las potentes y morenas griegas parece modelado para la tragedia.La iglesia veneciana de San Francisco alberga el Museo Arqueológico, y el Museo Marítimo, en el extremo occidental del puerto, muestra una interesante colección de maquetas de barcos, fotos y recuerdos de la devastadora invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial.Desde la ciudad, otra vez en moto, recorrimos la península de Acrotiri, tapizada de frutales, olivares y viñedos, y dominada en su extremo por unos montes con escasa vegetación. Allí se encuentra el Moni Agía Triada, del siglo XVII e influencia veneciana, donde continúan con la tradición de la elaboración del aceite de oliva.HerakleionAl llegar a la isla de Creta, nada hace suponer que estás entrando en un lugar tan distinto al que te recibe en el puerto de Herakleion, con sus casas altas con balcones mirando al mar, la fortaleza antigua que resguarda la entrada del puerto, sus calles anchas y empedradas, y sus plazas donde una juventud bullanguera come kebabs de carne asada.La capital de la quinta isla más grande de esta parte del Mediterráneo está llena de negocios que venden infinidad de artículos de cuero de vaca y gamuza, mochilas muy bien diseñadas, guantes y botas con piel de oveja y sombreros tipo cowboy. Y no te asombres si a la vuelta de cada esquina encuentras obras edilicias detenidas porque en la excavación encontraron ánforas gigantes del 2000 a.C., con guardas imitando las sogas con que las transportaban. Al llegar la noche, la ciudad se ilumina y sus pubs y cafés se llenan de luz, música, risas y humo de tabaco de pipa, a la que los griegos son muy afectos.Capital de Creta, es una ciudad portuaria caótica, de edificios de no más de tres plantas y bastante fea. No obstante, el centro ofrece visitas de interés. La iglesia de Agía Ekaterini exhibe una amplia colección de iconos, en el Museo Histórico se puede ver La vista del Monte Sinaí, única obra expuesta en la isla del pintor Dominico Theotocópuli, El Greco, y el Museo Arqueológico alberga una colección magnífica de alfarería, miniaturas, joyas y frescos de la cultura minoica (2700-1200 a. C.).La delicada, estilizada y moderna representación de la figura humana, con el fresco de La Parisina y la figurilla de marfil del acróbata a la cabeza, deja sin aliento. Picasso tenía buen gusto.Cerca de la capital está la joya de Creta, las ruinas del palacio minoico de Knossos, de más de 3.000 años de antigüedad, excavado y reconstruido parcialmente por el osado arqueólogo inglés Sir Arthur Evans, su descubridor.El palacio del rey Minos, engendrado según el mito cretense por Zeus con forma de toro y Europa, es un laberinto de construcciones rectangulares y cientos de habitaciones donde la curva tenía prohibida la entrada. Las escalinatas, columnas de color rojo o negro, las estancias reconstruidas con copias de los frescos hallados y la calzada real, reflejan la magnificencia y belleza del palacio, una combinación perfecta de complicación y sencillez.Teseo, Ariadna y el Minotauro pueden aparecer tras cualquiera de sus esquinas, siempre y cuando nuestro poder de abstracción se pueda sobreponer a la ingente afluencia de visitantes. Y para acabar, bajamos hacia el sur, cruzamos la llanura de Mesara hasta el recinto del palacio minoico de Festos, donde se encontró el famoso disco de arcilla grabado en espiral con jeroglíficos aún sin descifrar, y visitamos los restos de la ciudad romana de Gortina, con su código de leyes en griego arcaico grabado en piedra.Palacio de KnossosLa atracción más importante queda a sólo 5 km de Herakleion. Es la imperdible zona arqueológica de Knossos, un paisaje dominado por verdes olivares y cipreses, sobre la colina de Kefala. Desde allí se obtiene una espectacular vista panorámica del valle del río Kairatos.No se sabe mucho acerca de esta civilización minoica que tanto estudió el arqueólogo británico Sir Arthur Evans, responsable de su descubrimiento. Se sabe que data del 3000 a.C., que fue la capital de la civilización minoica que regía las islas Cicladas y que fue destruida por la erupción del volcán que formó la isla de Santorini en el 1450 a.C.La leyenda mitológica cuenta que el rey de Creta era Minos, hijo de Zeus y la princesa Europa, quien fue castigado por Poseidón por no querer sacrificar un toro, logrando que su esposa Pasifae se enamorara de la bestia y engendrara con ella un monstruo mitad hombre, mitad toro, llamado Minotauro, que vivía en un laberinto y recibía como tributo a jóvenes atenienses como sacrificio.Se supone que fue la intrincada arquitectura del palacio de Knossos la que estimuló la leyenda del laberinto. Lo increíble de este lugar es que tanto el palacio como las viviendas que lo rodean están hechos con conceptos arquitectónicos tan modernos como no se concibieron en los siglos posteriores. Los baños tienen bañeras, ducha, cloacas, un sistema de agua corriente, lavaderos, piletas de natación bajo techo, escaleras que llevan a terrazas y miradores interconectados (con vistas espléndidas del valle) y muros pintados con gracia única, donde se observa gente bailando, practicando deportes, tocando música y disfrutando de la vida como seguramente lo hizo este pueblo feliz.Evans fue muy criticado por pintar las obras con los colores que creía que eran los originales. Pero no tenía opción: o dejaba las piedras tiradas como las encontró, o trataba de reconstruir todo respetando el estilo original. El resultado es asombroso: todo parece flamante. En el Museo Arqueológico de Herakleion -uno de los más impactantes de Europa- se exhiben imágenes halladas en las excavaciones que te muestran que la moda cretense del 2000 a.C. fue mucho más avanzada que la de las simples túnicas drapeadas que usaron los atenienses mil quinientos años después. Las damas usaban crinolinas, corsets y miriñaques como las francesas del siglo XVIII, con el detalle de que lucían sus pechos al aire, o sea que más sexy. Y en verano, se lanzaban a las piscinas con bikinis idénticas a las actuales.Un camino de piedra rectilíneo cruza el predio de 21.000 metros cuadrados de lado a lado, y se interrumpe súbitamente penetrando debajo un paredón de tierra compactada, que es hasta donde llegaron las excavaciones. Para seguirlas, habría que seguir excavando por debajo de la ruta a Arjanes que corre por encima, donde autos, camiones y colectivos circulan, sin saberlo, sobre tesoros aún no descubiertos.Playas al surEl camino al sur de la isla atraviesa colinas donde se ven rebaños de cabras con cuya leche se prepara el delicioso queso feta, ingrediente irremplazable en las frescas ensaladas griegas.Al sur hay algunas playas muy hermosas, llenas de palmeras datileras cuyas semillas llegaron fortuitamente a esta arena dorada, traídas por las olas del mar desde África. Ahora le dan al paisaje un aspecto muy particular y muy norafricano. Tal como menciona Homero en su Odisea, esta isla fue habitada por más pueblos distintos que ninguna otra parte de Grecia: aqueos, sidonios y fenicios pasaron por aquí y se afincaron, enamorados del paisaje. Luego de sucesivas invasiones, los romanos la colonizaron al principio de la era cristiana. En el año 1200, la isla fue vendida a los venecianos que dejaron bellas mansiones frente al mar, que contrastan con las blancas iglesias ortodoxas de paredes macizas para evitar derrumbes durante los frecuentes terremotos que asolan esta zona de intensa actividad telúrica.En la llanura de Messara encontrarás las ruinas de Faestos, en un sitio con un paisaje de colinas y arboledas. Aquí no hubo reconstrucciones como en Knossos, pero se nota a las claras que la región fue habitada por una civilización exquisita, más orientada a la armonía y la alegría de vivir que a la gloria de las conquistas.En el golfo de Soudha hay un importante puerto pesquero. Hasta llegar ahí pasas por pueblos con cantinas sobre la costanera, con mesitas bajo toldos de paja junto a la rompiente, donde un sinfín de restaurantes compiten entre sí para servirte el más delicioso psari, o pescado fresco a las brasas. Se recomienda especialmente probar la barbunia, pescado de carne tierna y sabrosa con muy pocas espinas. La ensalada se adereza con el mejor aceite de oliva del mundo, verde, denso y con un fuerte aroma a aceitunas. Gracias a este aceite que destapa las arterias, en Creta los ancianos cumplen mucho más de cien años y no se registran casos de infartos, arterioesclerosis o enfermedades cardíacas. En todas las veredas de los pueblos, a la sombra de las higueras, ves ancianitas nonagenarias hilando la lana de cabra en husos manuales... ¡Y ninguna de ellas usa anteojos!Si lo que te gusta es trepar montañas, Creta es tu lugar ideal, porque las cimas te regalan espectaculares paisajes donde la vista llega hasta el mar de intenso color azul.Viaje en el tiempoEn el corazón de la isla, y detrás de una zigzagueante ruta que trepa las montañas, te llevarás una sorpresa mayúscula: cuando creías que llegarías a una cima escarpada, te encontrarás con una enorme llanura verde. Es la altiplanicie de Lasithi, que también está llena de cultivos variados, verás gente labrando la tierra con antiquísimos arados tirados por bueyes, de esos que en otras partes de Europa sólo se ven en los museos medievales. Miles y miles de molinos de viento despliegan sus velas de blanco algodón como si fueran las de un velero, proporcionando a los pobladores agua para el riego que de otro modo sería imposible de obtener en estas alturas. Aquí hay pueblos blancos de labriegos, pequeños y sencillos, como el pueblito que curiosamente se llama Psicólogos, aunque nadie necesite terapia en este lugar donde todo es calma y placidez.Otra sorpresa es que muy cerca de aquí se encuentra el Dikteon, una gruta gigantesca de estalactitas y estalagmitas que penetra en la tierra hasta profundidades insondables. Se desciende por una escalerilla de metal llevando en la mano una vela que te venden los chicos del pueblo para que ilumine frágilmente tu camino en la oscuridad. En las entrañas de esta cueva nació Zeus, el dios de los dioses. Nadie lo va a discutir: no existe lugar más impresionante. Es muy difícil saber dónde termina esta cueva, porque parece no tener fin. Cada atardecer salen de ella cientos de nicterides, murciélagos pequeños que se encargan de mantener la zona libre de mosquitos.Bajando a la costa norte, podrás descubrir que es muy accidentada y rocosa, llena de acantilados y pueblitos que miran al mar, balconeando sobre el horizonte azul. Aunque esta zona no es muy apta para nadar, los habitantes se las ingeniaron para llenarla de puertitos donde se aglomeran barcos pesqueros.Aunque todo queda cerca en esta isla de 260 km de largo por unos 50 de ancho, conviene alquilar un auto para recorrerla como merece, y sorprenderse con sus paisajes de sucesivas cadenas montañosas superpuestas que pintan los campos de todos colores, festoneadas con el verde oscuro de los cipreses. Como dijo el escritor viajero Lawrence Durrell: "Creta es uno de esos sitios que te marcan. Su maravilloso paisaje clásico es tan mágico que sirve de empapelado de fondo aún para tus sueños".MicenasEn Micenas, el visitante se remonta hasta el origen mismo de la Ilíada. Esta compacta y austera fortaleza se esconde en los pliegues de un monte de escasa vegetación. En verano, el ascenso hasta las ruinas es un episodio digno de los escritos de Homero: pero el enemigo no es troyano, sino el dios Helios mismo. La Puerta de los Leones, un recoveco de las murallas, ofrece una parada con sombra antes de emprender la caminata por el sitio arqueológico. Esta puerta es como un pasaje a otros tiempos, a otras dimensiones: se retroceden 3700 años y se entra en un mundo poblado de dioses, semidioses y héroes, en un mundo de guerreros que construyeron murallas capaces de impresionar a sus no menos duros descendientes, que pensaron que habían sido levantadas por los forzudos cíclopes.Como otros sitios arqueológicos míticos, fue olvidado por los hombres hasta ser redescubierto por los arqueólogos. Fue Heinrich Schliemann quien logró identificar el sitio en 1874, luego de haber descubierto el emplazamiento de Troya, en Asia Menor. Entre los objetos que encontró en Micenas está la famosa máscara de oro que él atribuyó a Agamenón (aunque se comprobó luego que sería tres siglos anterior), unas de las más valiosas obras de arte del mundo antiguo.En el Círculo Funerario, un conjunto de tumbas ubicado cerca de la Puerta de los Leones, Schliemann encontró muchos objetos valiosos. Y hay otras dos tumbas en Micenas, la de Atreo y la de Clitemnestra, dos nombres trágicos, víctimas de las maldiciones y masacres que forman la trama sobre la que se bordaron las leyendas y mitos antiguos. Para recordarlos en pocas líneas: Atreo y su hermano Tiestes se ven envueltos en una serie de asesinatos en cadena, en los cuales cada uno actúa por venganza. Tiestes termina sobre el trono de Micenas luego de la muerte de Atreo. Agamenón, hijo de Atreo, es a su vez un personaje central de la Ilíada, al encabezar la expedición punitiva contra Troya y sacrificar a su hija Ifigenia para que puedan zarpar las naves griegas. Clitemnestra fue su esposa y verdugo, ya que al regresar de la guerra de Troya lo mató para vengar la muerte de su hija. No es de extrañar que estos personajes trágicos dejaran su nombre a las tumbas, aunque es muy improbable que los dos túmulos de Micenas sean realmente sus sepulturas.
Calificación
0 estrellas de 5

0 puntos (0 votos)
publicado el 21 de octubre a las 16.17

miércoles, 12 de noviembre de 2008